Yo sufrí la Transvulcania

In .General, Running by Jotaland

Así decidí correr la ultra

Al acabar la Maratón de la Transvulcania 2014 (44,3 km) vi como el ambiente en Los Llanos de Aridane era mágico. Vi a esos corredores con aquella expresión de dolor, de agotamiento, de sufrimiento y a la vez, orgullosos y muy emocionados al llegar a meta tras una carrera de 73 km. Me quedé sin palabras y me dije: «tienes que vivirlo».

Transvulcania 2015 – 73,3 Km – Isla de La Palma

Son las 3:00 am y comienza la jornada. Ducha rápida, me visto y al desayuno. Imposible comer nada, salvo un pequeño café y una galleta. Los nervios me pueden. Llego al Faro de Fuencaliente, la salida. Me encuentro con un ambiente increíble, muchísimos corredores, música a todo volumen y mucha más gente animando. Ufff… la piel de gallina.

Paso el control de chip y me uno a la marea de corredores. Queda menos de un minuto y empieza a sonar AC/DC.

De repente Depa, el speaker, comienza la cuenta atrás: 3, 2, 1, ¡aarribaaaaaa!.

Me muevo lentamente junto a una masa de 1600 personas y decido quedarme entre los últimos. Es mi primera vez, me lo tomaré con calma. Voy con mucho miedo y respeto. Entre arranques y paradas comienzo a trotar. Vuelta al Faro y enfilamos un camino de picón. Entre todos formamos una gran serpiente de luces que en plena oscuridad asciende por la montaña. La primera hora andando se me pasa volando. Llego los Canarios (709 m) y ni agua he bebido. Hay mucha gente en la calle animando y saludando. Es increíble.

9:25 am. Estoy en Las Deseadas. Ahora entendido perfectamente su nombre. Nunca había deseado tanto algo como llegar a ese avituallamiento 😀 Casi 11 km de subida que no terminaba nunca (1931m) Los pies se hunden en el camino y apenas acabas con una rampa para comenzar con otra. Pero qué coño, me encanta este deporte.

Ahora sí que sí. Bebo bastante agua y tomo sales. Lleno los depósitos y a bajar… Me encanta bajar. Zigzagueo entre árboles, pinocha y piedras. Con cada corredor que encuentro sale un conversación natural, espontánea. Esta carrera tiene algo especial. Tras 40 minutos ya estoy en El Refugio. Vuelvo a beber, como algo y al salir del avituallamiento… la más grata de las sorpresas, mi novia. Está entre el público, así que toca beso, sonrisita cómplice para la foto y un: «nos vemos luego». Espero que no se notara que estoy cansado 😀

Voy pletórico y nuevamente lleno de energía. Ahora trote suave hasta el Reventón con un poco de música y a restar metros.

Sin apenas creerlo ya me encuentro en la falda del Pico de La Cruz, ese juez que me impondría pena y castigo. Salgo del Reventón y un cartel me recuerda los 11.5 km que quedan para el siguiente avituallamiento, Pico de La Cruz.

Comienzo la subida junto a un grupo de tinerfeños andando a un ritmo vivo. Entre conversación y conversación voy avanzando hasta recorrer los 11.5 km prometidos de la señal anterior. Pero allí no hay nada. Continúo un par de kilómetros mas y ya sin agua. El paisaje es desolador. Corredores sentados a la escasa sombra que puedes encontrar.

Toca levantarse y seguir. Porque para esto vine, para disfrutar de la isla y de su gente, pero también para sufrir. Porque esto es una ultra y es lo que toca.
A duras penas sigo avanzando. Veo a personas de la organización y protección civil corriendo hacia atrás con agua. Es medio día, mala hora para estar aquí con este calor. Tengo que parar. Me encuentro fatal y empiezo a vomitar. Los chicos que me acompañan se quedan a mi lado. ¡Qué gente tan grande!. A tiras y aflojas sigo caminando pero aún me encuentro mal.

16 kilómetros después de aquel fatídico cartel nos encontramos el tan esperado avituallamiento (2351m). Tengo que sentarme y sin apenas consciencia me bebo medio depósito de agua de Los Llanos y media fábrica de Getorade 🙂 Mientras los voluntarios mojan mi cabeza. En un impulso desesperado hago un escorzo y meto medio cuerpo en el bidón de agua y me vuelvo a sentar. Un obligado pit stop de 50 minutos en toda regla.

Toca levantarse y seguir. Porque para esto vine, para disfrutar de la isla y de su gente, pero también para sufrir. Porque esto es una ultra y es lo que toca.

Camino más que corro y el trote hasta el Roque de los muchachos (2426m) es meramente testimonial. Paso el control de chip y como algo, ya que en el anterior avituallamiento mi estómago solo pudo con líquidos.

el buen señor nos invita a un vasito de vino de cosecha propia

Retomo la carrera caminando. Ya me encuentro mejor. Un pequeño trote y bordeo la caldera de Taburiente con la mirada abierta. Disfruto ingenuo del espectacular paraje. Doy por amortizado todo lo gastado en este viaje. Ahora toca bajar. ¡Cómo me gusta bajar!

Trote alegre hasta el avituallamiento de la torre forestal de El Time. Más agüita a la cabeza, más refresco, tomo sales y casi ni paro. Siento que ya me queda poco. Esta parte no tendría que sorprenderme pues la corrí el año pasado. Pero uff…, que dura es la bajada. Un sendero de piedra viva y separada, muy incómodo para correr pero poco a poco voy avanzado. Debato con otro corredor sobre «como bajaban los pros sin matarse«, deducimos para nuestro consuelo que hay otro camino que no hemos visto 😀

Sigo rumbo al mirador de El Time. Junto al camino hay una casita y dos señores nos mojan con agua de su propia aljibe. ¡Cuánto se agradece!. Pero no basta con agua pues el buen señor nos invita a un vasito de vino de cosecha propia. Miro atónito a mis compañeros corredores y… ¡qué coño! no le voy hacer un feo a este buen hombre ¿no? mini-traguito, despedida con agradecimiento y a seguir bajando.

Quién lo diría, hace dos horas me estaba muriendo en el pico de La Cruz y ahora de botellón. ¡Qué gente tan entrañable estos palmeros!

Bajada dura hacia el puerto de Tazacorte. Este kilómetro de bajada lo tengo en la cabeza. El año pasado lo bajé caminando por dolor de cuadriceps pero hoy… Hoy lo bajo trotando. Llego a Tazacorte y huelo la meta a 5 km.

Muchísima gente alentándonos en la avenida. Me hidrato un pizco y sigo adelante. Me propongo llegar a Los Llanos antes de que anochezca. Sube la motivación y se dispara la adrenalina al sentir tan cerca el final. Y siento que en ese preciso momento desaparece el dolor. Subo al barranco de Las Angustias, adelanto a muchísimos participantes. Muchos caminan pero yo solo me repito mientras corro a mi ritmo: «esto está hecho«. Estoy en la avenida de Los Llanos de Aridane. Voy como un niño en la cabalgata de los reyes magos por una gran recta del carril bici. Siento a la gente en la calle y en las terrazas. Todos animándome, dándome ese empuje con sus manos. La piel de gallina. Termino la recta, giro a mi izquierda y…¡sí! la recta de los últimos 150 metros con esa alfombra roja que había visto en el 2014. Gente y más gente animando. Y corro. Corro como Dios manda, con la cabeza arriba, chocando manos para entrar a meta. ¡Sí! ¡lo conseguí!.

14 horas 11 minutos y 22 segundos de sufrimiento que compensaron todo lo vivido.

Vomité, me sentí fatal por momentos, tenía calambres y tirones, corrí, caminé, hablé con más de 40 corredores por el camino y hasta me bebí un vinito. Y si hay quien se pregunta si volvería hacerlo, solo puedo decirles que en mayo de 2016 allí estaré.

Si lo puedes soñar, lo puedes lograr.

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Texto: Gersán Murcia
EMBAJADOR JOTALAND

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